Pocos saben aquí que cuando algo me afecta mi forma de lidiar con dichas situaciones de manera particular no es el enojo, o el grito o la indiferencia… es la tristeza. Me encierro en mi, me encierro a escribir más de lo que mis dedos pueden soportar, me voy a leer a lugares alejados o me quedo en cama leyendo mangas tristes para ponerme más triste.
La cosa es que no soy la única persona que participa de mi propia experiencia de tristeza. Luisa, de manera voluntaria o no, también participa de aquello. Ya sea porque vivamos juntos o porque le importo, ella es partícipe de dicha experiencia.
Ahora, ella hace muchas cosas para levantarme el ánimo, demasiadas diría yo. Me invita salir, me hace mi comida preferida, de repente se vuelve la persona más graciosa de la casa, me incita a salir con mi amigos, me incita a escribir, se preocupa si tuve mi sesión de terapia, me invita a hablar con ella. En pocas palabras, se hace presente. Ella es genial.
Pero sucede que hay problemas que otras personas no pueden resolver por otros, problemas tan pero tan personales que solo uno puede y debe resolverlos. Es decir, buscar la manera de salir del hoyo por sí mismo. Entonces el problema está que aunque muchos lo intentemos no vemos la salida del hoyo, aunque el otro la señale y la grite se sigue dando vueltas en el hoyo.
Un día, teniendo este tipo de problema muy personal, decidí moverme por inercia a hacer ejercicio arriba en el gym. No tenía el deseo pero sabía que no podía quedarme acostado en la cama. Y Luisa ya había hecho mucho por levantarme el ánimo. Acompañándome al gym, entre mis quejas y lamentos, ella suelta un comentario fuerte e hiriente hacia mí. Haciéndome entender que se rendía conmigo.
Yo la miré, asentí con la cabeza y le dije: tal vez tengas razón. Yo subía las escaleras y ella entraba a la casa de su mamá, los caminos se dividían y pensaba… que era normal su actitud, ella era humana, tarde o temprano algo así iba a pasar.
Mientras yo estaba sentado con la cabeza baja y ojos sollozos pensado en lo que había pasado. La observo subir con nuestra hija. Se acerca despacio a mi y empieza a llorar. Yo titubeo preguntando si está bien y me responde mirándome a los ojos: “No sé qué hacer para que te sientas mejor. Y me siento muy mal por ti. No sé cómo más ayudarte”. Le tomo las manos y le digo que la amo.
Reflexionado, entendí después que a causa de que la hacía sentir incapaz de ayudarme soltó aquellas palabras hirientes. Entendí que su comentario sobre rendirse era su forma de protegerse. Porque de parte de ella ya no habían respuestas, ya no habían soluciones o estrategias, solo era ella. Y supe que nadie más me había amado de esa manera como lo hizo Luisa en ese momento. Regresó, se expuso tal cual vulnerable y apostó su fragilidad por mi.
Apostando por mi con su amor, me mostró la salida de aquel hoyo. Fue suficiente para darme la fuerza para dejar de dar vueltas y salir.
Lo que pasó ese día no se repite frecuentemente y está bien, así es el amor. ¿Imagínense ser vulnerables todos los día de tu vida? Dolería mucho. Pero quiero que se sepa que hubo alguien en un momento de mi vida que me amó de verdad y esa persona es esta mujer. Quiero que se sepa que tenemos a una gran mujer en nuestras vidas llamada Luisa y que lo que hace conmigo lo hace con ustedes también pero de diferentes maneras, lo sé, yo lo veo.
Feliz cumpleaños Lucha.