Lo que intentaré aquí es articular un agonismo entre obligación y amor. Pienso que comúnmente se dice que la obligación y el amor forman una especie de dicotomía antagónica. Y no es para menos, pues no se puede obligar a amar a alguien, creo que el amor no nace de una obligación, pero ¿cómo amas alguien que recién conoces? No lo haces. Para que exista una posibilidad de amar a alguien se necesita realizar un recorrido a través del tiempo y dejarse influir bajo lo incontrolable de la contingencia para hacerse un lugar en la vida de otro ser humano y viceversa. La pregunta es ¿Cómo funciona con los hijos?
En cierta manera, la referencia más próxima que tengo es el amor que puede surgir entre dos personas, el amor romántico. El tiempo en puede suceder este tipo de amor y su dinámica va evolucionando a medida que las dos personas van haciendo un recorrido singular en sus vidas. Me refiero a las condiciones materiales a las que pueden estar expuestas tales como trabajo, educación, amistades, etc. Y que, de manera inevitable, moldea su relación. Al mismo tiempo que se tienen que dar a la tarea -sumamente difícil en estos tiempos- de ser vulnerables ante el otro.
Entonces, ¿con los hijos también se tiene que hacer alguna especie de recorrido? El amor sería eso que no surge con inmediatez, sin embargo, ¿qué hace que exista ese acto de cuidar a los hijos desde el inicio? Yo propongo la obligación. Pero la manera en que explayaré dicho significante será de cierta forma en que se pueda entender que la misma está fundamentada y cargada de un recorrido histórico.
En su libro Ética de lo real de Alenka Zupančič menciona que donde no hay derechos no hay deberes. Está claro que los seres humanos gozamos de derechos desde la concepción, lo que crea en los demás un deber inanemente. De esta manera, desde lo legal y, por lo tanto, desde lo social estamos llamados a cumplir un deber, el mismo que es defender y cuidar la vida de un recién nacido.
Profundizando un poco más y teniendo en cuenta que no podría bastar la explicación anterior sobre el derecho y el cumplimiento del deber, quiero abordar el tema sobre la moral, si en este caso, podría preguntarse ¿Por qué está bien cuidar a lo hijos? Es decir, no basta con defender sus derechos y cumplir el deber. Muchas veces lo legal no está de lado de la moral. Desde lo subjetivo tiene que existir alguna explicación del por qué la obligación en el cuidado de los hijos, la mayoría de veces, en tan fuerte.
Para esto, me remito a la segunda tópica freudiana sobre el yo, ello y super yo. Específicamente en el super yo. Freud propone al super yo o ideal del yo como como un lugar -tópico subjetivo- de identificaciones que ayudan al ser humano a construirse una identidad. ¿cómo es esto?
Freud, en texto El yo y el ello menciona que para una identificación se constituya, el objeto debe ser investido -adquirido y apropiado- para después perderlo. De esta manera, es cómo explica que el “carácter del yo es una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas, contiene la historia de elecciones de objeto” (p. 67). Pero ¿qué pasa en el super yo? Es una identificación directa e inmediata – no mediada-, y más temprana que cualquier investidura de objeto. Esto es interesante porque -como menciona Freud- esto nos reconduce a la génesis del ideal del yo (super yo), pues tras este se esconde la identificación primera, y de mayor valencia, del individuo: la identificación con el padre de la prehistoria personal.
Entonces, lo que trato de decir es que el ser humano se construye una identidad por medio de una capa de identificaciones donde una de las más “primitivas” y primordiales es esta identificación al padre. Y cuando me refiero al padre, me refiero también a cuidador. Pues el cuidador va a ser este lugar de identificaciones.
Por lo tanto, este lugar de identificación puede estar condenado por el amor o por la indiferencia, cualquiera de estos macro actos puede crear en la persona una absurda cantidad de creencias y modos de vivir. Tales como el cuidado de los hijos.
Jean Paul Sartre decía que somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros. Es decir que nuestro ser no nace de la nada sino que existe un sistema de identificaciones que nos ayuda a construirnos como un ser y que, complementadome con Freud, trato de mostrar que el amor a nuestros hijos puede ser proporcional al amor que recibimos cuando somos hijos.
Freud decía que nunca somos tan vulnerables al sufrimiento como cuando amamos. Pero pienso tambien que somos vulnerables cuando somos bebes, somos influeciables, cuestionables, nuestra historia deviene de la historia de nuestros padres. No solamente cuando participamos de forma activa en el amor, es decir, cuando amamos es que somos vulnerables sino cuando nos dejamos amar también.
La obligación y el amor no tiene un orden determinado, pienso que esto va variar en cada sujeto de cada rol del que participe en la sociedad, sea este que se nombre papá o mamá, la cuestión va a diferir estrictamente. Esto se lo puede profundizar en otro escrito, pero lo que intento concluir y desde mi propuesta de la obligación y el amor es que como se aborde cada uno de estos significantes puede producir diferentes oleajes en el cuidado de los hijos.
Por decir algo; si el acto de proponerse vulnerable desde el amor no esta detrás de la obligación esto quiere decir que se puede cuidar a un bebé con algún grado de indiferencia, supliendo solamente sus necesidades más básicas para que sobreviva. El he hecho de que prime el cuidar a un ser humano por obligación -social y legal- por encima del amor hace que exista la posibilidad de que dichos cuidados sean canjeables en un futuro. Por otro lado, si el amor se coloca por encima de la obligación, puede ocurrir un exceso de presencia en la vida del infante, produciendo una eliminación de la diferencia de ser del sujeto con el otro-cuidador.
Finalmente, ¿Cuál es el orden correcto? Pues pienso que no existe orden y mucho menos uno que sea correcto, pero si existe el acto, el movimiento, lo no estático. La obligación y el amor no se reducen a una sola posición, el cuidador, pienso yo, tendra que hacer surgir y resurgir su paternidad o maternidad en cada decisión que tome en referencia a su hijo/a. Ya lo decía Ruben Blades en su canción amor y control: el deber de un padre no acaba jamás.
Freud, S., (2015). El yo y el ello. Amorrortu editores.
Zupančič, A., (2010). Ética de lo real. Prometeo libros.